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El Príncipe. Esta edición contiene Un comentario más a la vida de Castruccio Castracani & Nota cronológica

Si el hombre está destinado a la muerte, sus obras, en ocasiones, se destinan a la posteridad. La de Maquiavelo es una de esas obras destinadas a la pervivencia: se la  considera, con justa razón, la piedra fundacional de la ciencia política. Se critica a los autores clásicos –anteriores a Maquiavelo–  el no haber sido realista en lo que a política se refería. Sin embargo, como el arte de llevar la contraria y arrojarse lanza en ristre contra lo evidente está en boga por estos días, son múltiples los autorzuelos que acusan a Maquiavelo de cierto “utopismo”, poniéndolo tan cerca de Bacon, Campanella o Moro como les resulta posible; un profesor con hambre es capaz de decir cualquier cosa por conservar su mendrugo de pan.

El realismo político sobreviene con Maquiavelo, quien conocía a la perfección, por haberlas vivido en carne propia, las lides de la vida política y diplomática: se desempeñó por largo tiempo como diplomático y funcionario público (1494-1512). Antes que un teórico, era Maquiavelo un hombre de acción.

El año de 1512 marca la fecha de su infortunio. Los Médici retoman el poder y Maquiavelo es arrestado, torturado y removido de sus funciones. Sobra decir que los Médici no lo tenían en buen concepto: lo  consideraban  poco afecto a su causa, pues si bien, no era  un traidor, resultaba sospechosa  su entrada  en la vida política,  ocurrida  en el  momento en que los Médici perdían el poder.